Alta Empresa | Empresas, conciertos y pandemias
Por: Mauricio González
El Barcelona Mobile World Congress (MWC), Coachella, South by Southwest, el Ultra Festival Miami, los desfiles por el día de San Patricio, el New York International Auto Show, la gira de Pearl Jam y múltiples premieres cinematográficas, incluida la última cinta de James Bond, son tan sólo algunos de los eventos que han sido cancelados por la crisis provocada por el coronavirus (Covid-19) alrededor del mundo. El miedo a realizar eventos es tal que, como reportó Bloomberg hace unos días, incluso conferencias sobre el coronavirus están siendo pospuestas a causa del coronavirus.
En México, sin embargo, la cautela ante la eventual propagación del virus es inexistente. Este fin de semana, por mencionar el ejemplo más próximo, el festival Vive Latino congregará a más de 70 mil personas en el Foro Sol. Ningún evento deportivo masivo ha sido cancelado. OCESA aún no considera posponer la larga batería de conciertos que tiene programados para los próximos meses, los cuales, de acuerdo con datos de la misma empresa, convocan a más de cinco millones de mexicanos anualmente.
Hasta hoy, argumentan las autoridades, no existe una justificación técnica para suspender nada. Por alguna extraña y mágica razón -¿la grasa del suadero?, ¿el VapoRub?, ¿la virgen morena?-, la cifra de contagiados del Covid-19 se mantiene prácticamente congelada en México. Todo esto, claro, cambiará en el corto plazo.
Las compañías de seguros que protegen a los artistas internacionales impedirán eventualmente desplazamientos no negociados de antemano, lo que tornará casi imposible la contratación de actos de alto nivel. Peor aún: los organizadores de eventos se expondrán a ser criticados por stakeholders de la más diversa índole, quienes, con toda razón, cuestionarán el buen juicio de movilizar a individuos de todo el planeta para concentrarlos con miles de personas en un contexto de emergencia pandémica. ¿Qué marca desea ser tachada de irresponsable por patrocinar un evento que a la postre sea identificado como un foco masivo de contagio? Ninguna, en efecto.
La responsabilidad social empresarial en tiempos de Covid-19 radica en evitar la exposición al virus. Lo que nos lleva al tema de los desplazamientos innecesarios y el trabajo en la oficina. De acuerdo con estudios de CTS EMBARQ, un ejecutivo que maneja diariamente del centro de la Ciudad de México a Santa Fe puede desperdiciar el equivalente de un mes al año varado en el tráfico. El desgaste en la calidad de vida es brutal. Esta es una coyuntura perfecta para repensar la manera en la que concebimos la relación entre la productividad y las horas que pasamos en nuestros centros de trabajo.
Un número significativo de empresas se verán obligadas a activar protocolos que permitan laborar desde casa mientras dure la pandemia. ¿Cuántas estarán dispuestas a aceptar que, lejos de ser negativo, el home office puede tener una repercusión benéfica en el desempeño? Quizá tras toda la desazón causada, el coronavirus tenga un efecto colateral deseable en la cultura organizacional de México: el fin de la obsesión por equiparar “horas nalga” con productividad laboral. Se vale soñar.
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